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lunes, 15 de enero de 2018

Conciencia linguística de la crisis venezolana

Me pregunto, ¿cómo leerán nuestros nietos, y sus hijos, las “leyendas” de la historia actual de Venezuela?, porque ya no se trata sólo de hechos (de por sí con mucha carga conflictiva) sino que también se trata de la instauración y hegemonía de una “nueva conciencia lingüística”.
Ahondaré por partes mi aseveración introductoria. Primeramente: ¿por qué leyendas?. Es que si algo ha caracterizado la Venezuela de los últimos 20 años es la dualidad histórica: la realidad que pintan los oficialistas en contraste (muy marcado) con la realidad que pintan los opositores, … y cual leyenda del Dorado, sus respectivos relatores buscan que sea su verdad (la oficialista o la opositora) la que realmente se imponga … dando origen incluso a leyendas y héroes legendarios, tanto de oposición como del oficialismo, lo cual por cierto, ha mantenido “entretenido” el interés nacional en estos últimos años, haciendo el rol de efectivos distractores.
Pero, estas leyendas han dado origen incluso a manipular el hablar popular del venezolano con términos que de alguna forma tienen alta carga manipuladora, mediática y que a la vez son la expresión de una conciencia lingüística de clases, una oficialista vs otra opositora.
La versión oficialista manipula la conciencia lingüística del pueblo, despertando sentimientos “patriotéricos” con términos como: pitiyanqui, escuálidos, guarimberos (entre otros) con connotación de traición y agitadores sociales.
Los opositores por su parte, logran encender la emocionalidad de sus seguidores, con términos como: enchufados, boliburgueses (entre otros), con la intención de hacer frente al ataque ideológico del Gobierno cuidadosamente elaborado en una nueva conciencia política (según su óptica) con apoyo linguistico, y, que la oposición también ha sido muy cuidadosa en su contraofensiva lingüística.
Razón tenía Rómulo Gallegos, en la afirmación que recoge la siguiente imagen que se lee en su clásica novela Canaima:

Ciertamente, el mejor camino que encontró el enfrentamiento ideológico entre venezolanos, fue el de la manipulación de la conciencia a través del lenguaje mismo, que es la esencia de la comunicación y del quehacer cotidiano.
Porque cualquier persona común, cauchero, vendedor de frutas, chofer, etc, podría expresar su conciencia política descalificando al bando opuesto esgrimiendo su conciencia lingüística que lo hace sentir “todo un intelectual” y en ese resultado se inspira esta publicación.
Pero, increíblemente las palabras siguieron buscando caminos linguisticos para describir los fenómenos que la revolución chavista ha dejado (además de desastre). Es el caso del término bachaquero, cuyos actores representan la más vil y repugnante expresión de seres humanos que sin ninguna consideración a la humanidad, han distorsionado el juego de oferta y demanda, al acaparar los productos de la cesta básica y revenderlos hasta con un 1000 % de ganancia, y lo peor, ante la mirada negligente (¿complaciente? ¿cómplice?) de un gobierno que alardea luchar por reivindicaciones sociales, pero que su más elocuente grito de fracaso está en el accionar de los bachaqueros.
Lastimosamente ese concurso de “términos novedosos” que han enriquecido el “vocabulario popular del venezolano” ha tenido el macabro éxito de mantener distraída a la población en una interminable guerra de acusaciones, la oposición acusando a los boliburgueses y los chavistas acusando a los pitiyanquis … entretanto la gente pasando hambre, … y emigrando en masa.

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